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Carlos Quintana Elorriaga, gaucho chileno de Cochrane

 

            Conocimos a don Carlos dentro de uno de los bares de esquina más concurridos de Cochrane, ahí donde lograban reunirse en forma periódica los peones de los alrededores. Aquella cita, que emulaba las de gauchos de Río Mayo o Gobernador Costa, o de las soledades del Senguer, no podía ser más importante. Incluso se dio cita aquella mañana un campero de Mañihuales que contó una mentira muy sabrosa sobre un pez que se tragó el reloj de un pescador.

Quienes habían estado desde siempre en aquel lugar eran dos grandes amigos de infancia de los tiempos de 1930, Reinaldo Vargas del Vargas y Carlos Quintana Elorriaga de Cochrane.

Cuando llegó a Cochrane en 1931, Quintana se topó con un poblado casi vacío. Parte de su infancia la había pasado en las tierras de San Julián, que le estampó en el cuero aroma de animaladas en tropas imposibles.

La primera casa era un negocio de los Stange y luego la de su padre y la escuela, de cuya historia hemos ya escrito, y que fuera construida por los ingleses de la compañía de El Baker. Las primeras clases  en calidad de estudiante chileno se produjeron  en aquella escuela para don Carlos, con el profesor llamado Carlos Alvarado que había llegado en esos días acompañado por su esposa, Ester Ruiz y un hijo. Veintitrés alumnos iniciaban el proceso escolar en los tiempos de 1931.

Los recuerdos de don Carlos viajan para todas partes tomando rumbos hacia los orígenes de Cochrane. La escuela constituyó el principal motivo para que se desenvolviera la vida alrededor. Sin embargo, se mantuvo clausurada por largos ocho años y más adelante, durante el gobierno de González Videla asumió como Subdelegado Adolfo Trujillo, hombre relevante en la reactivación de este primer centro educacional de Cochrane.

Cuando llegó don Carlos Andrade Gómez, las cosas cobrarían un nuevo rumbo. Como profesor y director, el maestro impuso una nueva mentalidad, viajando primero a Santiago y reuniéndose con las autoridades, logrando implementación total para el internado y consiguiendo la habilitación de una cocina. Luego buscó profesores, auxiliares, cocineros y organizó todo.

El año 1929 Cochrane se llamaba Las Latas  y años más tarde Pueblo Nuevo. El comercio fue activo y prolífico durante los primeros años y los inconvenientes más grande fueron por la carencia de caminos, cuestión que se repitió durante la formación de todos los poblados. En 1930 el comercio comenzó a depender directamente de las localidades argentinas , y nació un contacto estrecho entre ambas naciones, generalizándose el uso de modas, dialectos , costumbres, vestuario, formas de vida y de pensamiento. No hay que olvidar que la cercanía con los pueblos argentinos hacía que el hombre de campo tomara muy en cuenta las enseñanzas del hombre gaucho, que impuso fuertes lazos de dependencia cultural durante más de siete décadas.

Los nombres de gente pionera de Cochrane desfilaron tenuemente por las palabras de don Carlos, quien rubricaba cada frase con el latido que proponía la emoción, aquella fibra de sentimiento que siempre acompaña estas entrevistas. El primero que pobló el sector de Cochrane sería don Manuel Barría Montaña, gran agricultor y ganadero de fines del siglo XIX. Luego aparece nombrada la familia Fuentes , los Arratia, Los Cruces, los García , los Jerez, los Urrutia, los Elorriaga , los Ibáñez, los Vargas, los Sandoval, todos ellos pioneros enclavados en durísimas aristas de espacios de vida que no entregaban más que desafíos y límites imprecisos donde a veces sin hacer nada los hombres se enfrentaban a la otra vida.

Carlos Quintana se esforzó por armarnos los detalles más especiales de una vida breve, al lado de sus padres que le dejaron sus más hermosos recuerdos y energías para la lucha en la soledad de los páramos. Luego, en su juventud prometió seguir sus pasos a través de los viajes en tropas, en carretas, o a pie, trabajando en San Julián aprendiendo todos los oficios posibles y regresando para quedarse a su tierra de  Cochrane, destacándose en todas las circunstancias, tanto laborales como sociales. La muerte le sorprendió muy temprano, en su casa de solaz y huertos, con árboles en las extensiones de su patio. Allí nos dejó sus palabras, vertidas en silencio sobre la paz de un  pueblo distinto que hoy le sigue recordando.


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