Marchant andaba reclutando gente para que le
acompañara en su delicada misión de administrar un territorio imposible y entre
todas las dificultades que enfrentaba se hallaba la de prospección de rutas,
sendas, acantilados y terrenos peligrosos que sólo un hombre con su pericia podía
resolver. Fue entonces que llegó hasta el mismísimo lugar de trabajo del indio
gaucho más cotizado de los parajes del sur.
—Tú sabes a qué vengo —le inquirió.
—No, general.
—Quieres ir al áysen? Hay trabajo para ti…
Diez días más tarde habían llegado en el
vapor Coyhaique hasta los molos nuevos de Puerto Aysén. Pero también se sumaron
al grupo tres individuos de tropa para integrar piquetes de reconocimiento y
los carabineros que engrosaban el primer contingente de la histórica banda de
músicos de Puerto Aysén. Marchant no podía ocultar su regocijo cuando recorrió
los molos solitarios y se acercó con premura a los que iban a convertirse en
sus más fieles colaboradores. Muy pronto, el fornido representante de los
carabineros gauchos, mezcla de mapuche y ruso, una cruza imponente, comenzaba a
destacar plenamente montando briosos caballos y recorriendo sobre ellos las
áreas de más difícil acceso, y provocando el asombro y la admiración entre sus
iguales, que exclamaban: ese no parece
ser de este mundo. Las misiones se sucedieron una tras otra, primero en los
viajes al interior, en las oscuras selvas de Lago Riesco, sobre las intrincadas
florestas de Río Los Palos o en los insondables bardones del Mañihuales,
siempre acompañando a un Marchant apesadumbrado, cuyo cuerpo gordinflón y
sedentario no estaba preparado para semejantes aventuras. Aún así, cuando el
buen intendente les había arengado, la advertencia había salido precisa y
conminatoria: los mapas son nuestros
guías, pero ustedes están aquí porque conocen detalles que no aparecen en los mapas. En aquellos primeros meses
Huenchuleo tuvo que ir a dejar profesores al Balseo porque se estaba formando
la primera escuelita. Después acompañó a muchos superiores en viajes de
reconocimiento, abriéndose paso por selvas y cordilleras en un insano
movimiento de avances y conquistas, incluso navegando desafiantes por las
caudalosas aguas de los ríos que venían de Lago Verde. Entretanto el experto
reconocedor destacaba también como jinete y domador de potros, en aquellos
lances camperos que muchos conocían y valorizaban, siendo la pericia y la
destreza en el manejo animal el mejor incentivo para romper todas las filas del
mundo.
Cierta mañana de domingo se encontraba
Huenchuleo en los cercos de alguno de los sectores de la estancia donde se
había reunido el selecto grupo de los domadores y jinetes corredores, cuando
alguien deslizó entre los grupos la
palabra desafío. Estaban separados
los eternos rivales, los marcarruedas y los carabineros, contendores en
cualquier competencia, incluso en el truco y las bailantas, justo cuando un matungo
oponía encarnizada resistencia a los embelecos de un amansador, alguien dijo:
—Que jineteen los carabineros.
Sin pensarlo dos veces, el indio Jerónimo se
acercó al palenque con decisión y pidió que le amarraran al flete para montarlo
en pelo. Con las patas apoyadas en el suelo, pero corcoveando, quedó casi a
punto el matungo. Y una vez que dieron la partida, Huenchuleo ni charqueó nunca
ni castigó, sólo se agarró de la lonja del pescuezo y ahí estuvo revoleando el
rebenque por un casi un minuto, acompañado porpor los gritos de la peonada. De
ahí en adelante fue obligación mentarlo al mapuche cuando se conversaba de
domaduras y su nombre prendió firme entre los ámbitos gauchescos.
Huenchuleo destacó como héroe en las
difíciles misiones de reconocimiento y fue paladín inclaudicable entre la gente
trabajadora de la estancia. Siempre encontró el derrotero preciso y emitió
juicios con acabado conocimiento sin apoyarse jamás en cartas o mapas. Quedaba
establecida de esa forma la intuición de Marchant de tenerlo entre sus aliados,
único conocedor cabal de dimensiones y distancias. Falleció en Puerto Aysén en
1981 rodeado de sus paisanos y familiares, bordeando casi los 100 años,
viejísimo, pero animoso y provisto de una exultante lucidez.
Emotivo y educativo relato. Gracias por el aporte.
ResponderEliminarEmotivo y educativo relato. Gracias por el aporte.
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