Tal vez es
necesario poner en el cedazo de mi creación y opinión “autorizada” el magnífico
trabajo que acaece después de las acuciosas investigaciones de la Sociedad de
Historia y Geografía de Aysén referente a la vida y obra de José Silva y su
esperanzadora incursión en el invento del poblado de Balmaceda. La verdad es
que he hecho notar tanto a través de estas columnas como en mis revistas de los
Memoriales, así como también en algunos encuentros radiales esporádicos,
algunas disquisiciones favorables y desfavorables a este dinámico líder de
Aysén, al que en los tiempos que vivimos de redireccionamiento de la nueva
provincia, tanto necesitamos.
Por lo pronto me
quedaré dentro de sus sueños, de sus batallas contra enemigos poderosos, y en
su extraña manera de proponerse, por antonomasia, un rol de probable filósofo
en medio de la soledad de la pampa
balmacedina.
Es Silva,
probablemente, el primer poeta filósofo, contestarlo y magnífico paladín del
naciente siglo XX en medio de la embarazosa situación carencial con evidente
asomo de pobreza y limitancia a un nivel superlativo. Ahí juega él y jugó, no
cabe duda, su ajedrez imaginario contra opositores y críticos. Ahí ganó también
tres estadios: la batalla de Chile Chico, el punto de partida de Bahía Erasmo y
el botón de arranque de la Balmaceda de sus amores, espacio del cual se enamoró
incondicionalmente en los momentos en que su boliche de la pampa llamado el
Polo Sur era el centro social y comercial preponderante de los tiempos
iniciales.
Y entonces entramos
a enfrentarnos al documento de la Sociedad, con una tierna y fluida Carmen
Parés aumentando el contorno de sus embates literarios en un juego idílico de
contrapuntos. Alguna vez, cuando estaba armando su trabajo, la Carmen me
preguntó si yo tenía por mis cosas algunos versos de Silva, pero nunca los tuve
y era Mario Miranda que siempre manejó eso.
Y ahora me enfrento
al plano circular de esa Balmaceda pensándose, sito en Valle Simpson, provincia
de Llanquihue, tal como reza el encabezamiento y por iniciativa lanzada un 30
de Diciembre de 1912, para llegar a la fundación 5 años más tarde, un plano
amarillento por los años que tiene, donde clara y nítida se aprecian las
manzanas con sus numeraciones, el círculo mágico de dos trazados, que tal vez
contorneara con no poca dificultad el paladín utilizando seguro uno de esos
compases de bisagra y resorte de la época.
También en ese
plano circular se entiende la veridicidad de la información de primera mano que
obtuviera el gran Baldo Araya al conversar personalmente con él cuando estaba
en Puerto Aysén, habiéndole manifestado la significación formal del círculo, la
que cumple una función protectora del ataque espacial exterior, similar a la
reunión de diligencias que se ubican en círculo para evitar la llegada de las
flechas de los jinetes guerreros, lo que llevado al tiempo de los años 10 más
significado tenía el hecho de que asolaban las pandillas de buscas y matreros
como algo natural en esos pueblos.
Habría en el
poblado un total de cinco plazas, Plaza Libertad, Plaza Militar, Plaza Oriente,
Plaza Mercado y Plaza Central cada una ubicado en los cuatro segmentos del
círculo del plano y una plaza en el centro del círculo que corresponde a la
Plaza Central. Atractivo, sin duda.
Y el último detalle
lo constituía la configuración de las calles y manzanas, ya que se aglutinaban
las manzanas en forma de cuadros normales de 8 sitios fijos, alredor de los
cuales había calles fijas transversales y longitudinales en dirección norte
sur, habiendo sorpresivamente diseñado Silva dos grandes calles
perpendiculares, la Avenida General O'Higgins y la Avenida General San Martín
que cruzaban el poblado, una en dirección SO a NE y la otra en dirección NO a
SE, lo que no dejaba de sorprender por su lucidez espacial, ya que estas calles
conformaban una equis que rompía algunas de las manzanas reduciendo de 8 a 6 el
número de sitios. Finalmente, la circunvalación, que era una calle circular,
llevaba el nombre de Paseo Francisco Ferrer. El pie del plano llevaba la
consabida definición del nombre del poblado, “en recuerdo y memoria del gran
ciudadano don José Manuel Balmaceda, el cual fue Ministro, Escritor,
Diplomático y Presidente de Chile (1831-1891)”.
El sueño de José
Antolín pasa raudo como un vuelo de paloma, y se vienen a esconder bajo
nosotros sus sueños, ideales, esperanzas y albures. Acaso sea esa la forma
exacta de la mecánica inaudita de las extensiones del tiempo de Antolín.
Faltan sus otros
sueños, el de Bahía Erasmo donde se hizo grito potente para conseguir tantas
urgencias y llegar a buen puerto. Y también, finalmente, su participación en la
defensa de los pioneros usurpados por Von Flack y los ministros corruptos.
Ultimamente circulaban sus poemas por algunos sueltos de colaboraciones
difusas, con metáforas forzadas y arengas militaristas. Un líder del tiempo,
sin duda, alguien cuyo imán y poderío haría muy felices a unos pueblos de Aysén carente de líderes tan notables como
él.
Muy interesante reseña. Eso sí, la foto no corresponde a don José A. Silva,sino a la familia Barros Valdés, en Cerro de la virgen: década de 1930.
ResponderEliminarEs verdad. Ya se rectificó el error, gracias.
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