Me llamo Balsindo
Osses. Nací una noche de hielo y viento en lo más profundo de la selva de Río
Los Palos. El único chonchón que quedaba, se había consumido en la tarde. Por
eso, el parto ocurrió en la más completa oscuridad. Al otro día los camperos
del lugar llegaron a compartir la buena nueva, entre asados de vaquillona joven
y música de rancheras de los hermanos Raín, que se ganaban la vida cantando.
A mí me
contaron todo esto cuando había cumplido los cinco años, y después me lo
siguieron contando siempre. Pasé toda la tarde del día siguiente de haber
nacido, con los ojos muy abiertos ubicados fijamente en los grasientos vidrios
de la cocina y gradualmente me sentí a mí mismo caminando junto a los pasos
perdidos de los hombres de la tierra.
Los que
estaban ahí, no pudieron olvidar nunca esa mirada vidriosa e intensa que
recorrió la memoria atormentada de mis estirpes, por varias generaciones.
Tampoco olvidarían las gotas de vino que se derramaron por mi piel de recién
nacido, ni la ranchera sincopada que bailé en brazos de mamá.
Crecí con un abuelo a mi lado, ya que a la semana siguiente quedé
huérfano. El viejo, comenzó a seguirme muy de cerca en mi evolución hasta que me
hice niño. A través de ese corto período me habló muchas veces del Cauce Infinito, cuando íbamos a capar
corderos a los baños de la Pampa de la Liebre. Nos subíamos a los bretales plomizos
y mientras el anciano agitaba su mano derecha con el contador de ovejas y sin
perder nunca la cuenta, me pedía que abriera el gigantesco libro en la página
343. Era un libro antiguo que parecía un cajón de manzanas y que siempre me lo topaba
sobre algún mueble junto al abuelo, que quiso que lo conociera y lo leyera a la
manera de las revelaciones. Revisando
esas hojas antiguas por muchas mañanas, supe lo que significaban en lo más
profundo de mis secretos designios, pues las ilustraciones de los astros con
cielos y estrellas, y de los jardines y seres de otros mundos, comenzaron a marcarme
y abrumarme. Cierta mañana, cuando había cumplido seis años y ya estaba leyendo,
me zambullí en el conocimiento del mundo misterioso del Cauce, en un largo capítulo de las profecías donde pude encontrarme
con las predicciones de los sapos tuertos, y el elemental augurio de los
caballos de tres patas. (Fragmento Las tierras de más adentro, Novela de Identidad O.Aleuy)
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