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Vaga una cárcel de palabras acalladas




Vaga una cárcel de palabras acalladas, vientos breves por los que se filtra la vida misma.

Me encuentro en un año 56 transido por el invierno vehemente y los obreros municipales tratando inútilmente de volver a parar postes de alumbrado caídos por las últimas nevazones. Bajo dos metros de nieve blanda yacen enterrados seis postes en Ignacio Serrano esquina Bilbao. La gente que transita por ahí lo hace con mucha precaución, en silencio, transidos de presagios. Algunos pasan fumando, se levanta el vaho de la boca por el aire frío.

Algunos comerciantes de la ciudad anuncian que la semana próxima llegarían por el primer vapor un valioso cargamento de azúcar a la ciudad, poniendo fin a la gran escasez del vital elemento desde un mes a la fecha.

En el hogar formado por Olegario Mansilla y esposa Antonia nació el fin  de semana un robusto varoncito. Mientras tanto, completamente restablecido regresó de Santiago el funcionario de Investigaciones señor Carlos Hidalgo Jurado. De Comodoro Rivadavia llegó sin novedades Salvador Hernáez. Pero está delicado de salud don Alberto Brautigam y sigue en leve mejoría el doctor Hernán León.

Era bautizado aquel año Edmundo Dimas, hijo del señor Dimas Gordillo y su esposa Alicia, siendo sus padrinos Alberto Zbinden y señora Emma Osorio. Se publicitaba el anuncio del próximo matrimonio el mes entrante en Colonia Baker de la pareja formada por Victorio Martín Trinidad y la señorita Graciela Gallardo Carrasco. Con un cócktail sería inaugurada la semana próxima la nueva bodega de vinos y licores ubicada en calle Baquedano, cuyo propietario era el joven Hernán Calvis.

Los cines, azuzados por la inercia del invierno y el llamado a renovar energías en un salón pequeño para el ávido público, exhibían aquel invierno en funciones de matinée, especial y noche las películas del instante. Mientras el Colón llamaba a la gente a presenciar La Venganza del Huérfano, con Olivia de Havilland y Frederic March, el Rex exhibía a tablero vuelto Agonía de Amor, protagonizada por Gregory Peck y Ann Todd. Ambos cines, cuidadosos de su taquilla muy bien ganada, sumaban agregados y seriales a sus programaciones, sin descuidar la constante calefacción que invitaba a entrar y permanecer un par de horas olvidado del mundo real. A estos espectáculos se sumaban otros, como la presencia en aquel mismo mes de junio del Circo Rex de actuaciones internacionales, con una estadía que se convertía en un éxito sin precedentes, con un  sacrificado grupo de artistas que llegaban en las bodegas de los barcos soportando frío y privaciones, repartiendo por doquier la picardía y el ingenio de la gente de nuestra tierra. La inolvidable compañía que nos visitaba durante aquel invierno estaba compuesta por los payasos Cogotín, Criatura, Cuchara y Bibí; el pequeño Fernando y sus paradas de manos; Meche, la pequeña contorsionista; Silvia, la reina del mambo; Mario y sus malabaristas y Campos, el trapecista.

Otras notas nos acercaban a una citación de la Falange Nacional en una casa particular, la apertura de las matrículas en el Liceo Particular, quien iría a inaugurar la partida para las humanidades, creándose entonces una especial expectación; en Balmaceda, el dinámico Club Internacional de los Socios se aprestaba a conmemorar su aniversario 15. Se convocaba a una Feria de Agricultores en la Ogana y se anunciaba con júbilo y conmoción la iniciación del Puerto Libre a partir del 23 de Junio, ley que, como todos sabemos, provocó una verdadera revolución económica en la provincia, con inenarrables beneficios y ventajas, algo que podría repetirse en estos días que vienen.

En aquel tiempo Coyhaique era favorecido por la presencia de los transportes aéreos Transa, de carga y pasajeros, que pertenecían a la Sociedad de Transportes Aéreos de Chile Ltda., proponiendo viajes aéreos a la capital de Chile en sólo… cinco horas de vuelo, utilizando aviones Curtis Comando C-15F con capacidad para 18 pasajeros y 3 mil kilos de carga. Ya se estaba utilizando el recién remodelado aeropuerto de Balmaceda, donde mucha gente trabajaba día y noche para su mantención.

Tanto por saber, tanto por recordar.

Uno de los camiones viejos de propiedad de Agustín Baeza se precipitaba puente abajo en el Coyhaique, donde antes había un  puente colgante de grandes dimensiones, parecido al del Balseo. Era el 2 de Enero de 1955 a las seis de la tarde, mientras regresaba la familia de un paseo con sus familiares y amigos. El hecho ocurría al no obedecer los controles de la dirección del vehículo y el parte policial señalaba que el brazo que va en el muñón derecho del camión esta suelto por haberse aflojado la tuerca y salido la muesca de su sitio. A consecuencia del accidente, el camión rompe la baranda de madera del puente y se precipita río abajo, quedando heridas 11 personas que iban en el camión, y resultando fracturada de un  brazo la niña Norma Fuenzalida.

Desde otra visión, se conocía el oficio 191 de la alcaldía, dirigido a la honorable corporación edilicia, donde se dejaba constancia de la ausencia del Secretario Municipal Pedro Lizama Moscoso, que sin mediar excusa alguna no había concurrido a su despacho, siendo esta fecha la del último día de pago de la Tesorería Comunal, encontrándose incluso el Tesorero Municipal con permiso por enfermedad. El alcalde sentenciaba: visto el perjuicio que estos dos funcionarios han causado y por la imposibilidad de pagar los sueldos pendientes y gratificaciones al personal, he resuelto suspender al señor Lizama de su cargo de Secretario, nombrando en su reemplazo al señor Ubaldo Ampuero.

Eran los principios de un nuevo año y siempre se producían hechos de sangre por las situaciones festivas que se daban en muchos ámbitos sociales. En las primeras horas de aquel año, a raíz de una reyerta en una casa de tolerancia, el joven Segundo Foitzick era herido de un balazo en el abdomen por el gendarme Nicanor Medina Medina perteneciente al hito 45 de Coyhaique Alto, mientras la atractiva rifa de los Bomberos de la ciudad consignaba valiosos premios con resultados siguientes: Una moto, que hasta el cierre de la edición, su dueño no había sido ubicado; una máquina de coser, señor Héctor Carrillo; una radio, señor Bauxá; una lavadora señor Sergio Solís, un niño, cuyo padre, Francisco Solís había donado al cuerpo de Bomberos la importante suma de $5.000, donación que se hacía valorar por lo elevada.

Los sucesos familiares seguían sumándose, con el triste fallecimiento de un comerciante árabe muy respetado y querido, don Mahmud Assenie, que tenía negocio en la concurrida calle Prat, el segundo frente comercial luego de Moraleda. Paralelamente se destacaban los últimos acontecimientos huasos, con el impresionante rodeo efectuado en la medialuna de la ciudad y con la asistencia de autoridades de fuste acompañados de sus esposas, Luis Reyes comandante del Regimiento, Ramón Fuentealba Prefecto de Carabineros, el Mayor Ventura Urzúa, el Mayor Alberto Tasté, el Subdelegado Miguel Carrillo y el alcalde Salvador Hernáez, que se confundían con los chispazos de los ritmos centrinos y unas simpáticas fiestas camperas.

Eran los tiempos en que la asignación familiar estaba fijada en 2 mil trescientos pesos, y cuando Chile importaba 27 toneladas anuales de cobre a Inglaterra. Eran los tiempos en que don Carlos Asi atendía un negocio llamado La Rural, en la esquina de Prat y Errázuriz, con ropa hecha para damas y caballeros y también con el rubro de abarrotes y paquetería. Y más allá, en Barroso, se erguía la presencia del inolvidable Víctor Bustamante, ex técnico de American Screw Chile y que se había venido a instalar recién con su taller de reparaciones, bobinado de motores y trabajos de electricidad. Mientras tanto, doña Carmen Sánchez no dejaba de trabajar en la incomparable atención de su Restaurant Splendid de Barroso 282. ¿Cómo olvidar al sastre Garay con sus casimires perfectos? ¿Al contador de estado Jorge Sasaki? 

El fundo Los Corrales de Fernando Oleaga vendía 40 vaquillas clavelas hijas de toros finos. Y en la Pensión Campesina de Prat 601, la quiromántica Carmen Lucero veía el porvenir en sucios naipes abarquillados que daban vuelta todo Chile, atendiendo con diligencia a fervorosos adoradores de las cosas del destino.

Mientras se gestaban las actividades comerciales más intensas de que se tenga memoria, en un Coyhaique pre-Puerto Libre, con un Rolf Traeger vendiendo a manos llenas lavadoras, radios, electrolas, cuchillería importada Solingen y con un par de socios como San Martín y Mondelo, con sus representaciones de tubos de cemento, imposibles de soslayar en el encantador paisaje de la ciudad, acontecían varios sucesos que tal vez para la gente de entonces resulten un tanto simbólicos, si es que algunos todavía permanecen vivos entre nosotros.

De pronto Salvador Hernáez era nombrado por un Secretario de Estado como sucesor de Roberto Mackay en la Alcaldía de Coyhaique, hecho que levantaba protestas por un lado y regocijos por otro. Inmediatamente la prensa local se pone de lado del nuevo alcalde, destacando la feliz elección y recibiendo con regocijo el nombramiento sin dejar de destacar la cooperación de las instituciones locales y las felicitaciones del pueblo. Era entonces Intendente de Aysén don Manuel Morales Torres.

Desgraciadamente, en esa época se acostumbraba a efectuar todo tipo de descargas personales contra las autoridades, las que se movían más bien por problemas de durísima enemistad partidista lo que  provocaba incontroladas pasiones. Es el caso por ejemplo del ciudadano de nombre Salvador O., el que con todas sus palabras declaraba haber ido al cabareth de propiedad de doña Rosa de Jaramillo a eso de la medianoche y encontrándose en el lugar tuvo un violentísimo altercado con el señor alcalde que no pasó a mayores. El problema comenzó al salir. Cuando el reloj marcaba las dos y media de la mañana, cuando comprobó que el mismísimo alcalde, junto a dos amigos argentinos lo estaban esperando para agredirlo y dejarlo en muy malas condiciones físicas, lo cual era motivo más que suficiente para que el señor Salvador O. escribiera al periódico una carta que aparece al página 1 de la edición 221 de Abril de 1957. Acotaba el ciudadano de marras que la primera autoridad edilicia usaba cuchillo en el cinturón, cosa que le parecía incorrecto para una autoridad. Y que junto con someterlo a una golpiza de proporciones, lo había desafiado a una pelea por $500 argentinos para el día siguiente.


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