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Esos primeros barcos de los años 30


Resulta impresionante constatar la importancia que cobra la palabra vapor en las postrimerías de la década de los años 30 en Puerto Aysén, una vez que aquella comunidad tan progresista hubo echado a andar por el ancho camino del porvenir. El año 1938 llegó el director general del Servicio Marítimo don José Moreno Johnstone, ex agrimensor de la Oficina de Tierras y que ahora regresaba con la misión de implementar el servicio marítimo en el puerto. Un día 22 de Noviembre de 1938 hacía su entrada a la rada de Puerto Aysén el vapor Colo Colo, con el importante contingente de funcionarios. 

Arrendaron en 300 pesos de la época el único muelle disponible hasta entonces y que pertenecía a la Compañía Naviera y Comercial de Chiloé, comenzando desde ese momento a gestarse las actividades marítimas en la entonces capital de la provincia de Aysén.

Un año más tarde llegaba a situarse en la bahía el primer vapor del servicio, el flamante vapor Tenglo, que recién había sido adquirido en Dinamarca bajo el nombre de Esja, con su capitán Vicente Díaz. La elegancia de aquel barco contrastaba con la de los débiles y sucios vaporcitos de la última década, consintiendo todos en que una nueva era en la navegación acababa de ser inaugurada.

El Tenglo determinó la comodidad y el buen gusto. Contaba con acomodaciones de tres clases: la acomodación de primera tenía un costo de 240 pesos; la de segunda, de 160 y la de tercera 84 pesos. Los precios que así se exhibían en las pequeñas ventanillas de la oficina del muelle principal, no incluían ni la cama ni la comida. Estos servicios se pagaban aparte sin consignación de tarifa sino al arbitrio del pasajero. La modalidad así impuesta imitaba en toda la extensión a los servicios que en la época ofrecían los trenes de Puerto Montt al norte que la misma compañía administraba en la zona sur. La idea, sin embargo, no prosperó y se tuvo que consignar el pasaje con cama y comida incluidos.

Respecto a los precios por cargamentos y fletes, éstos se cobraban al contado y no con la utilización de letras de cambio a noventa días como se venía acostumbrando desde hace años por parte de las compañías privadas. El sistema fue al principio resistido, pero finalmente los comerciantes constataron sus ventajas.

La carga y descarga de las mercaderías las realizaban las cuadrillas de obreros especializados, quienes recibían como salario la cantidad de siete centavos y medio por tonelada. Por supuesto, un salario de hambre, si se toma en cuenta el esfuerzo dantesco que significaba acostumbrarse a ese tipo de trabajo y soportarlo.

Pasó el tiempo. Las jornadas imposibles continuaron su curso normal y la sostenida actividad portuaria comenzó a formar parte de una cuestión normal en medio del tráfago cotidiano de Puerto Aysén. Pronto se integrarían nuevas naves, los vapores Laurencia y Lemuy, que habían sido antes conocidos con los nombres de el Dalcahue y el Santa Elena respectivamente y que llegaban felizmente a unirse a los que ya estaban operando, el Taitao, el Tenglo y la Moraleda.

La febril actividad desplegada por los hombres que estaban a cargo de las diferentes faenas de cargamentos, mantuvo ocupados a numerosos grupos de operarios del puerto, especialmente para cubrir las demandas de las faenas de carga y descarga de ganado, que era transportado por el Taitao y el Tenglo únicamente. Numerosos son los testimonios que indican que un importante porcentaje de ganado llegaba muerto a destino debido a las condiciones climáticas adversas, al hambre, ya que no recibían alimentos durante el viaje y a la incomodidad de la ocupación del espacio, que hacía que recibieran golpes letales durante la travesía por el golfo. Los tramos directos, sin recaladas, los cumplían sólo el Coyhaique y la Constitución y entre los meses de Febrero y Mayo la estadística arrojaba la alentadora cifra de 140 mil lanares y 7 mil vacunos trasladados a Puerto Montt.

Luego de que el Colo Colo iniciara los viajes a Puerto Aysén en 1938, continuaban los movimientos incesantes de cabotaje, siendo el siguiente el del Tenglo, el 1 de Enero de 1939, cuyo viaje inaugural produjo tanto revuelo como el del Colo Colo. Desde entonces, y cumpliendo una presencia durante la época dorada de la navegación, comenzaban a operar normalmente los cinco vapores mixtos de carga y pasajeros, a saber, el Taitao de 374 toneladas, el Tenglo de 472, el Trinidad de 323 y el Chacao de 258. Otros dos vapores eran el Dalcahue y el Lemuy que bajaban de las 200 toneladas y prácticamente no alcanzaban a cubrir los tramos hasta Puerto Aysén. Cabe consignar finalmente que el único vapor que cumplía servicios turísticos en la época señalada era el Trinidad, cuyos viajes a Laguna San Rafael constituyen parte importante de la historia de la navegación marítima de la provincia.

 

 

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