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Abraham Bórquez y Víctor Rodríguez construyeron el Puente Balseo


En 1920 la Compañía Ganadera del Aysén contrató los servicios profesionales del Maestro Mayor de Obras Abraham Bórquez Patiño porque la situación de los balseros y el traslado de una orilla a otra del Mañihuales llegaba a una situación insostenible. Diez días después don Abraham con su mujer Manuela Hernández desembarcan en el molo viejo del primer puerto.

Este prodigio de constructor venía de Valdivia y con rapidez envidiable fue haciendo que las maderas, los troncos y los materiales cobraran vida y se asieran con fuerza a los recodos de la selva y los espacios vacíos. Muchas de estas obras aún perduran, otras han sido destruidas por el tiempo. Son construcciones de la época de principios de la segunda década que se mantienen asombrosamente vigentes: la casa antigua del primero Zambrano, camino a Campo Alegre, los puentes de la antigua Estancia de Baño Nuevo, el primer puente de Puesto El Zorro, galpones y casas en sectores tan alejados  como Cisnes o Campo Grande. En medio de este portentoso recuento de construcciones realza la inmortal construcción del Puente Colgante sobre el río Mañihuales, conocido popularmente como puente El Balseo.
La obra demandó muchos meses de agotadoras jornadas y muchas cuadrillas de peones y trabajadores fueron enviadas a buscar para avanzar esta monumental construcción de la época, un desafío al ingenio y a la constancia.
Abraham Bórquez observó el terreno, midió la fuerza y la dirección de los cauces, el transecto de las distancias. Observó el terreno concienzudamente. La correntada presentaba una potencia descomunal a ambos lados del río. Ahí hizo rozar sectores estratégicos, donde todavía se sentía al caliente aroma carbonífero de los últimos incendios. El terreno mallinoso fue lo más difícil de considerar ya que impedía cualquier intento de comenzar el trabajo. Pero Bórquez conocía muy bien su oficio, no en vano había sido contratado especialmente. Fue así que el terreno comenzó a ser sistemáticamente asentado y solidificado mediante la colocación de grandes piedras y pontones. Una vez superado aquel escollo inicial, era necesario encarar un sistema inteligente para iniciar la colocación de torres y soportes además de pilares.
Aquel primer puente de El Balseo presentaba, a diferencia del que iba a venir, un valor muy especial. Este hermoso puente de madera fue fabricado enteramente de coigüe. Tenía doce apoyos y se hizo por tramos. Los apoyos centrales o cepas presentaban un ingenioso sistema de construcción que incluía sopandas para asentar las vigas sobre varios cabezales. Todo era solidísimo: los apoyos de los extremos o pilares de ambas riberas estaban compuestos por armados de madera y conjuntos de apoyo, desde donde arrancaban ingeniosamente los tableros de madera. Los pilotes iban enterrados sobre el fondo del río y estaban constituidos tanto por vigas como por tablones de resistencia para conferir una mayor solidez al conjunto. Varios tableros de rodado llevaban montantes y cintas de baranda, además de un detalle sumamente curioso y que los actuales ingenieros aún admiran: esa especie de quilla que tenían las cepas y que imitaba a las de los botes, diseñada a propósito para que la estructura haga frente a las temibles correntadas que todo lo destruían.
En la totalidad de las vigas de las cepas (que eran doce) había cuatro tornapuntas por lado, que eran apoyos diagonales en forma de V, capaces de añadir mayor fortaleza a la construcción. De esa manera, la soberbia visión que ofrecía aquel histórico puente hacía asegurar una obra que prometía absoluta resistencia y seguridad a los embates de las crecientes. Pero la realidad fue cruda y diferente. El puente no pudo resistir la furia del primer invierno y se vino abajo en un solo par de llenas del Mañihuales.
Terminada la era del Maestro Mayor de Valdivia, se continuó utilizando el sistema de balsas, hasta unos nueve años después, cuando sería llamado un nuevo Maestro Mayor llamado Víctor Manuel Rodríguez, el que fue capaz de idear un sistema tan efectivo, que el puente no se ha caído nunca más en casi setenta y cinco años, debiendo efectuarse algunas mínimas correcciones por partes de los organismos pertinentes.
No hay que desconocer esta ruta planteada por dos grandes prohombres de la época como Bórquez y Rodríguez, cuyas obras constituyen ejemplos de valentía y creatividad en medio del ambiente hostil y carencial.e vivía entonces.

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