Había nacido en Tiltil, la última comuna
santiaguina de entonces y en 1930 decidió venirse para siempre hasta Aysén para
recorrer animaladas en casi todos los sectores de ambas patagonias. Me contó
que en las fotos donde lo habíamos visto se encontraba con uno de los 400
caballos comprados en un raid a las
provincias argentinas de Córdoba, Jujuy y Catamarca, buscando los mejores
ejemplares junto a Feliciano viejo. Es que a este hombre le gustaba siempre lo
mejor y tal vez por eso había contratado además a Regular, cuyos procedimientos
y experiencias agradaban a cualquiera en ese entonces. Sabía escoger la mejor
animalada y en esa oportunidad la
tropilla de 400 caballos fue enviada a Mendoza donde Regular también estuvo a
cargo de las faenas del herraje para hacer regresar la tropa. Corría el año
1934 cuando endilgaron hacia el Pacífico para embarcar la caballada rumbo al
Perú don Echevarría ya había obtenido un buen precio de venta para las bestias.
Mientras Regular se quedaba a cargo de ellos en el vecino país, don Feliciano
regresaba a Chile para seguir atendiendo sus negocios. Fue entonces que le
tomaron esa foto que vi con Chano en la calle Bilbao.
La vida de troperías y estancias transcurría casi
sin inconvenientes para este hombre, quien estaba a cargo de hacer entregas de
animaladas a gente compradora como Ceferino Cossio y Mansilla para volver luego
hasta las estancias argentinas,
Para efectuar rondas nocturnas había que ponerse
un cuero lanar en el espinazo y asentar palos abajo para que no pase la lluvia.
Se comía tierra o hielo para pasar las horas y casi siempre en estos tránsitos
difíciles había que dejar que los animales dispusieran de sus movimientos. Por
orden de don Feliciano nunca debería faltar de nada, pero a veces se calculaba
mal y se pasaban penurias. Llevaban un saco en las chiguas con azúcar y yerba,
y no faltaba el café ni el té ni la grasa para proveer las alimentaciones de la
gente de la tropa. De pronto se descubrían animales sin bleques u orejanos para
convertirlos en alimento para el viaje o para que algunos troperos se los
llevaran a sus familias en las chiguas. La rutina era la de siempre, salir en
viajes y establecer rondas en los lugares habituales. Reconoce que la gente le
buscaba a él como jefe de las tropas.
Aprovechó con Manuel cuando estaba conmigo, de
recordar a viejos troperos como él, Victoriano Vásquez con quien se encontraba
ocasionalmente en la huella, recordándolo como un hombre muy bueno para la
bala, especialmente para cazar animales a distancia para comérselos en medio de
la huella. Comentó que mucha gente lo sabía llevar a este hombre tan
especialmente recordado, lo mismo don Feliciano, quien lo alentaba siempre a sentarse
con él para compartir con mi capataz,
según sus dichos. Aparecieron en la entrevista nombres generosos como el de
Abel Oyarzo, el chilote, ayudante de capataz y matarife en la estancia de la
sociedad. Ahí mismo trabajaban además los capataces Germán Igor y el inglés
Willie Stone, el petizo Sáez, míster Anderson y Nicolás Larraín Prieto,
teniente de ejército. Alcanzaría a conocer al herrero Novoa, a quien le decían
por apodo el zapatero de los caballos. Desde su puesto de tropero gaucho
trabajando la hacienda vacuna y yegüeriza pudo viajar por el recuerdo inaudito
de
Manuel Regular dejó interesantes recuerdos, hay mucha gente que hizo amistad con él y que deben conocer las historias y relatos que salían de él espontáneamente. Vivió en la bajada por calle Brasil.
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