La llegada e instalación de las nuevas campanas de la capilla de la plaza, no pudo pasar inadvertida. Yo recuerdo en los oídos infantiles el repicar de esas sagradas campanas que anunciaban muertes de vecinos, incendios fatales, rezos y eucaristías.
Sus tañidos resultan imposibles de olvidar en medio del silencio de un pueblo nevado y vacío. Esas campanas fueron solemnemente consagradas el 14 de mayo de 1942, día de la Ascensión del Señor a las 10 horas en la primera y antigua capilla que aún prevalece físicamente al lado de la catedral actual, la de Nuestra Señora de los Dolores. Quienes asistían a dicha ceremonia eran nombrados Padrinos espirituales y obviamente el pequeño espacio de la capilla no pudo albergar a tanta gente.
En el Coyhaique de los cincuenta difícilmente podrían quedar excluidos de las evocaciones aquellos movimientos de intención para armar las cosas, en medio de una florida agrupación de voluntades.
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