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Montesolo, gringo Walter, Juan feo, nombres de gente del Valle Simpson

2.5 has. Valle Simpson 2019-12-31 Economicos de El Mercurio

Desde que los pueblos comenzaron a levantarse y a ser fundados, siempre existió al interior de las pequeñas comunidades gentes que llamaron la atención ya sea por su generoso desprendimiento y afección hacia sus semejantes, como por su extraña y cautivadora presencia que a veces rayaba en lo esperpéntico. Fue el caso de Guari Guari e incluso del viejo Monroy que se hacía él mismo sus ropas, valiéndose de los cueros de nonatos. 

O como el Marino que hacía reír a todos, tal como acontece con nuestro actual Tío de las calles y su bolsa al hombro y cuándo te bañas. Respecto a indagar por los interiores de las comunidades, reconozco que poco y nada me había metido a analizar personajes de este villorrio esencial de los años 30.

Hubo en el sector de El Blanco y también en valle Simpson, hasta donde llegaba a veces, un hombrecito de baja estatura (no medía más de un metro cincuenta), que vestía de bombacha y alpargatas y siempre portaba en su mano derecha un rebenque. Dicen que metía más ruido que cinco hombres grandes y que todos lo conocían tan sólo por su apodo Montesolo, que le habían puesto en honor a su gran soledad ya que una de sus aficiones favoritas era partir monte adentro, sin más compañía de sus perros y su caballo. Montesolo era recordado por su frase que llevaba a todos lados y que ya lo había marcado para siempre en los sectores por donde pasaba: “Qué lo perdone Dios”. Esa era la frase que siempre repetía, hasta incluso alcanzar un promedio diario de unas cien veces. Tal como llegó quizás de qué isla chilota a hacerse cargo de los merecimientos que le entregara la vida sufrida de Aysén, Montesolo yace hoy en el cementerio de El Blanco, en una tumba apartada, sin parientes que le visiten, sin amigos, sin flores, sólo el recuerdo de la familia que le cobijó y le dio trabajo.

Cuando llega la hora de recordar, no puede soslayarse la presencia del güeñe Andrés Pérez, hijo menor de un antiguo matrimonio avecindado en el Valle, cuyos padres fallecieron cuando era sólo un niño, quedándose completamente solo en este mundo. Tuvo la suerte de que su caso fuera conocido entre la pequeña comunidad y que ninguna de las buenas familias existentes se negara a ayudarlo, de tal modo que diariamente pasaba de una a otra casa, donde se lo veía trabajando para ganarse la comida y el vestuario. Se quedó como un hijo o ahijado colectivo y entre los vecinos su presencia fue necesaria, no sólo por lo que hacía y trabajaba, sino por el cariño que se le profesaba en cada uno de esos hogares. Dicen que nunca fue a la escuela, por lo tanto creció como analfabeto y obviamente, su poco entrenamiento mental le hizo parecer retardado. Así continuó por muchos años, hasta que cumplió medio siglo, demostrando poco interés por la conversación y su gran afición a la bebida. Al igual que Guari Guari, guardaba un parecido a un chimpancé, pero a pesar de todo tenía buen genio, era obediente, respetuoso. Siempre lo trataron de güeñe y muy pocas personas lo conocían por Andrés. 

Al hijo de Clodomiro Millar le pusieron Juan Feo, tenía cuarenta y tantos años, era de baja estatura, gordinflón, cabeza y cara ancha, bastante mal parecido, por lo que todos le decían Juan Feo. Tenía un hermano mellizo. Era tranquilo, respetuoso. Nunca se le conoció novia. 

Otro de estos inolvidables personajes del valle era José Cárcamo, muy conocido por ser bolsero, de esas personas que acostumbran comer y beber a costilla de otros. Asistía a cuanta fiesta, malón, reunión familiar o velorio que se anunciaba, incluso en las jugarretas de truco y taba y para qué hablar de las carreras y las ramadas. Dice la escritora costumbrista Nerta Orellana que siempre era el último en retirarse, bebiendo como cuba, durmiendo sentado hasta que se le despejaba la mente y ella misma remata sobre el trágico fin que tuvo este bolsero personaje, ya que murió congelado al tratar de franquear un alambrado en plena madrugada escarchando, enredándosele el alambre en la ropa y no pudiendo zafarse.

El gringo Walter había nacido en Alemania y también pertenecía al paisaje humano del valle. Trabajaba como hojalatero y se había instalado en una choza del entorno campero, reparando ollas y arreglando todo tipo de cachivaches por lo que la pequeña comunidad debe acordarse perfectamente de él, tal vez a lo mejor no mucho por lo que hacía, sino cómo era, un gringo alemán de ojos azules penetrantes, alcohólico, de piel blanca, pero de rostro enrojecido por la presión de sus borracheras. No le den trago, porque se convertía en un animal descontrolado. Pero cuando estaba sobrio y sano era un caballero a carta cabal, incluso cuentan algunos que daba a conocer su cultura y perfecto dominio de la historia y de otros temas del conocimiento. Un sajón en Valle Simpson, curioso pero cierto.

También me contaron de Pascual Macías, según muchos un ser antipático y perverso, introvertido y de pocos amigos. Muchos comentaban que era brujo en el mismo valle, por lo que la mayoría de los habitantes de entonces procuraban evitarlo a toda costa. Me pregunto cómo podría vivir un hombre rechazado en una comunidad tan pequeña. Era estudioso de la magia negra y tenía algunos poderes que lo hacían peligroso, por lo que de todas manera, no era muy conveniente llegar a ser su enemigo. Había llegado muy joven al valle y disfrutaba de su propiedad, uno de los campos más lindos del valle, tenía riquezas que malgastó y dilapidó. Pascual Macías siempre fue solo y todos lo recordarán como un hombre solitario, sin mujer que fue a morir a las soledades del Baker, producto de un accidente a caballo siendo ya un hombre muy anciano.

Finalmente una observación de un miembro, quien afirma que en el listado falta Romino Tapahueco, quien soldaba los utensilios de las dueñas de casa de los sectores de Valle Simpson, Lago Frío. Cerro Gañlera, El Blanco y Lago Moneal.

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