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Mostrando entradas de julio, 2020

Ese ser tan especial que levantó la escuelita para su pueblo

Vestigios del pasado......Don Pablo Cea Vásquez. Con tan solo 22 años llego a la región desde su Paillaco natal junto a su hermano Luis Armando Cea buscando nue vos rumbos, persiguiendo sueños o tal olvidando malos recuerdos como la pena que le causó perder a su hermano mellizo José Victoriano cuando tenia solo cinco años, seguramente su padre dn Juan Pablo Cea Baldevenito y su madre Emilia Vásquez Montero con el pecho compungido le desearon la mejor de las suertes. 

El tío locutor Anselmo Verdugo Luengo

Era muy cercano a mi familia y nos tratábamos así con los Alonso. La tía Olga Alonso y él se casaron, estuvimos cerca de ellos todo el tiempo, para los primeros paseos, el pololeo, la llegada de la madre del novio desde Punta Arenas, la fiesta, los regalos, la ceremonia, los dos días de asados y jolgorios en el galón grande de don David, en la misma casa azul frente al Supermercado Alonso. Había mucha gente, muchos amigos, éramos niños.

De Baquedano a Balmaceda

En 1937 hubo gente campera que también había empezado a recorrer el sendero que llegaba hasta Balmaceda, pasando por la pampa del corral después de haber salido de Puerto Aysén, la capital. Por los trayectos intrincados se iba dibujando una senda angosta e interminable, seguramente abierta a machete por los mismos lugareños a unos 50 kilómetros a la redonda, los que transitaban por ahí para alcanzar en unas dos semanas la frontera. A través de esa senda se desplazaban también los peones y la gente que iba desembarcando de los viejos vapores para ir a conchabarse con patrones que les daban ocupación en faenas de esquila, marcaciones o tropas.

El reino de Mascareño

Gran personaje de novela, de crónica, de cuento, de dramaturgia. Intenso carácter, una figura necesaria para todo escritor.

El nacimiento, darle no más, hasta que duela

Cuando se hablaba de las armazones, no quedaba otra cosa que pensar en cómo se organizan los hombres en torno a una ciudad recién parida, algo así como la organización de sus operaciones para que pueda funcionar de acuerdo a un plan. ¿Se imaginan una ciudad sin planes? Es como escucharse respirar, en buenas cuentas, como lanzarse al mero acto de permanecer, si me permiten el mexicanismo. Y una ciudad que sólo permanece, es lo mismo que una ciudad sin futuro. ¿Tal vez Balmaceda..?

Matrimonio Valentín Oporto, Margarita Orellana, en plena pampa argentina cerca de Balmaceda

Margarita Oporto, radicada en Catamarca, nos comenta importantes detalles sobre esta foto, cuya información hay que rectificar. La pareja de la derecha y la mujer a la izquierda es Rosario Orellana, tía de Margarita a la que nombran mas adelante como partera. El año es 1914. El casorio es Oporto Orellana. La mujer a la izquierda de la foto es Margarita Orellana. A su lado está su padre David Orellana que la toma del hombro. El detalle se puede corroborar con otra foto parecida del mismo tema donde se ve a don David Oerellana y su hija Margarita, con los mismos ropajes pero un poco más acicalados, ya que en la anterior reflejan el ajetreo de la travesía que hicieron para trasladarse hasta el casorio.

El "Rubio de la Pera", un peón maleado

Corrían esos años difíciles de la primer historia de las comunidades iniciales, cuando don Cordero viejo de la Ensenada se hizo muy amigo de Guillermo Cisternas Lobos, ese mozalbete que andaba por ahí vendiendo cosas, sirviendo a la gente y, sobre todo, tratando de aprovecharse del menor descuido para apropiarse de lo ajeno. De la boca de Pancho Cordero salieron estas contadas un poco temerosas pero igual agalludas y sin remilgos, para ir al encuentro de las luces que dejaban cada uno de los actos que emergían de la voluntad del rubio, un rubio de barba bermeja y recortada, mejor conocido como el rubio de la pera, un obrero, un hombre rechoncho y de baja estatura, petiso, membrudo, cuya mejor particularidad, y ya que nadie la tenía en todo el territorio, era lucir una barba rubia oscura, de un color medio anaranjado que a todos llamaba la atención.

Vida, pasión y muerte del doctor Alejandro Gutiérrez

Gloria y Alejandro Gutiérrez Andrade parecen pertenecer ya a un suelto de olvidos del Coyhaique solo, montaña arriba por sitios que hoy están plagados de calles y tejidos urbanos de grandes dimensiones. Ella nació en Quirihue, cuando su padre se manejaba por esos lugares, antes de que fuera Director del Hospital Siquiátrico de Santiago. Su padre era médico y se llamaba Alejandro Gutiérrez.

La balsa ya se movía en 1900

LA BALSA ERA UNA cosa rara, una armazón de maderas resistentes que tranportaba de orilla a orilla del río a quien lo pidiera. Vagaba por el río correntino, el Mañihuales. No había puente en 1900 y sólo algunas casitas, un retén, una cancha de futbol, una escuelita y gente  resistente. 

Olor a carne asada y polvo con ventolera

BAQUEDANO EN 1933. Si se fijan casi todas las casas son parecidas, misma mano de los carpinteros chilotes, misma forma de encarar el nacimiento. La enorme actividad social convoca varios afuerinos de Balmaceda, Ibañez, Valle Simpson y...Argentina. El ambiente festivo permite reflexionar sobre la unidad. Hay jolgorio, olor a carne asada y polvo con ventolera, semilla de los inicios, integración y camiseta puesta, aunque se dependa de los administradores ingleses.

Las alegres buxifolias de la tarde

Qué tal si los pasos se van al encuentro de La Zaranda, donde cerca de ahí, la Villa Amengual y la carretera se adentran en la selva húmeda en la mañana. Qué tal si imito de una vez o una voz el trino insolente del chucao de alas mojadas, o al arrebato del retumbar de las cascadas, Y si saludo al tropero, y le salgo al encuentro de los pangues que por ahí nombro l as alegres buxifolias de la tarde y me quedo quieto, imaginando que por esos lados campeaban los de antes, tan solos, tan valientes, tan sanos, con su pechera adelante, y el facón esperando fulgurante cerca de los bastos.

Las Uvas de John Steinbeck

 En el oeste cundió el pánico cuando los emigrantes se multiplicaron en las carreteras. Los que tenían propiedades temieron por ellas. Hombres quen nunca habían tenido hambre vieron los ojos de los hambrientos. Otros que nunca habían deseado nada con vehemencia, pudieron ver la llamada del deseo en los ojos de los emigrantes. Y los hombres de los pueblos y de las suaves zonas rurales adyacentes se reunieron para defenderse, y se convencieron a sí mismos de que ellos eran buenos y los invasores malos, tal como debe hacer el hombre cuando se dispone a luchar."

Caracolas en el río

Protejo el alma florida, de quizás cuántos otros que anduvieron tanto, y aferrados a su precaución, nadaron, corrieron, volaron... A veces, un tañido, otros péndulos que vibran cercanos. Mientras tanto, la mano nunca tembló, no salió sin entrar, no volvió si no estabas. Al oído suenan caracolas de río adheridas a las espinas. Creo en lo siguiente, busco lo que fue. Sal, furia desbandada. Vete ya.

El loco de la pala

Bajaron de los portezuelos al grupo, Arturo, Domingo Uberlinda, Julio, Emelina y Mercedes Segundo, un ramillete de camperos jóvenes a quienes acompañaba Remigio Martínez, uno de los tantos curacautinos que ya noviaba con la Marta Edina, y se iba con ella del brazo por los últimos troncos del Divisadero hasta bien pasada la madrugada.

Bien solas las orejanas

Los mensajeros habían encendido sus fogatas más cerca de la pampa, y los últimos bolsones de lana ya iban rumbo al puerto en esos carretones altos de los argentinos, que acompañaban a las comparsas de esquiladores. En el pueblo se respiraba algo extraño, como si una serpiente reptara sola e invisible. Esa noche, en medio de las fogatas de las ruedas escuchó hablar por primera vez de los valijeros y los chasquis. La Zerafina se dejó caer entre las hierbas para aspirar el viento norte que anunciaba otra lluvia. Y pensó que la semana entrante, cuando pasaran los primeros gauchos hacia La Élida, ya tendría que haber quedado embarazada con absoluta seguridad. (Fragmento Cap-I Las orejanas estaban solas, Oscar Aleuy)

Galopiando en calle Condell

El nudo se desata solo y como por arte de magia van apareciendo todavía enredados en sus piolines, las casas y los locales de la primera calle Prat, la fachada de la librería Casas, también nombrada Mackay, donde al medio de calle y detenido, un caballo y su jinete meditan en completo silencio, que es lo que se siente cuando nieva. Más adentro la Bandera Blanca y el Cafe Oriente, la Casa Ita y el edificio de varios comercios, Larrales, Colomes, A la entrada de la imagen, la casa del Comandante.

Hay que pensarlo al poblàu

Agustín Fernández, Sigisfredo Pinuer, Thomas.Anderson. Don Cabrera,  William Saunders, Manuel Foizick,  Damaso Soto, Francisco.Solis. Los elegidos se reunieron a diario, para conversar, pensar el poblado, convertirlo en ciudad. Una cena en Ogana

Esas ovejas no eran ayseninas

Nos contaron después, en los 50, cuando el pueblo ya era algo que se había metido en todo, que eran hartas las ovejas, que las cuidaban tanto, que después de las esquilas las bañaban y las llevaban a las pampas por semanas, que había tantos arreos, tantos troperos con perros y pilcheros que avanzaban por el páramo. Las ovejas no eran tan nuestras como pensábamos, sino un burdo negociado de concesionarios que la pasaron harto bien después de todo.

Las agüitas de mi tierra

LA PILETA DE LOS SESENTA.- Y si a alguno de nosotros, los de ese tiempo del sesenta, se le ocurre subir hasta el alto de piedra laja, cerrar los ojos y recordar... Las agüitas de mi tierra, congeladas y solas.

Jaime y los elegidos

Hasta aquí donde vamos, han pasado  46 largos y jugados años. La guitarra del 74 sonaba mucho mejor que ahora, las chicas y nosotros nos buscábamos en amores desesperados. La U ya había dejado atrás esa preservación maquillada de la felicidad, ahora con una cruz de condicionamiento. Una cruz roja donde nos obligaban a comprometernos con la seriedad, so pena de perder la matrícula para siempre. Así que le dimos con lo que teníamos y salimos airosos a la vida. El primer error ya se vino rapidito, cuando me casé. (Valparaiso, Verano 1974)

Martín Tolosa en el recuerdo

Era invierno, año 1938. Don Martín Tolosa Poblete fletaba carga a Puerto Aysén y ocasionalmente uno que otro pasajero entre Balseo y el poblado de Coyhaique. Pero aquella mañana no sería igual a todas, porque le avisaron a don Martín que los frenos de su camión no andaban bien. Preguntó inquisitivo, buscando respuestas favorables: “Será para tanto que no lleguemos a Coyhaique”. Claro que no podrían llegar. 

Manuel Regular, tropero viejo de la Patagonia

Juan Manuel Regular apareció por primera vez en la vida dentro de una imagen de hombre tratando de aquietar unos caballos en el predio de Feliciano Echevarría viejo. Luego me contaron sobre él como si fuera una persona muy acreditada y extremadamente admirable, como tropero de confianza del distinguido pionero. Al año siguiente de haberlo descubierto en las fotos, en la panadería de don Chano de la calle Bilbao, le fui a conocer a su casa alentado por su hijo que nos escuchaba en los programas gauchos de la radio. Vivía en calle Brasil, población Marchant. Y me contó su vida de un solo tirón.

La banda estaba tocando

La viuda de Eduardo Caro se llamaba Guillermina Lorca Puschel, y la fui a entrevistar en el mismo lugar donde se levantara airosa la casa bruja de Coyhaique. Ahí supe de su ternura, abierta y evidente al escuchar su voz y también conocí a quien fuera partícipe de todos los movimientos de la creación de la primera Banda Instrumental del Regimiento 14 Aysén de nuestra ciudad. Quedan resabios de esos acordes, y pareciera que en su Chacra Santa Cecilia, bajando pa'Puerto Aysén, aún se escucharan en lontananza los sones de los burles y los clarinetes, cuando se realizaban ahí los ensayos con el contingente de músicos dirigidos por su instructor. 

Juan Foitzick Casanova, su importancia en la creación de Baquedano

  A través del tiempo se ha dado por sentada la existencia de dos tipos de colonización en el territorio de Aysén, una que es la formal por arrendamiento de tierras a sociedades ganaderas y otra que es la   informal, porque se da espontáneamente por impulso natural de ocupación de tierras libres por parte de colonos ocasionales. Sucede que el primer gran ocupante de tierras de Aysén fue un galés llamado Juan Richard y que ya en 1896 se asentó con total libertad y dominio en los feraces pastizales del valle de Ñirehuao para criar con éxito una hacienda vacuna y caballar impresionante. Ese dominio espontáneo de tierras se vio sin embargo abortado cuando la Compañía Ganadera de Aysén arrendó al Estado las tierras concesionadas de las posesiones de Aguirre, debiendo entonces el galés Richard vender su estancia a los ingleses de la Compañía, por ser una empresa legalmente constituida. Y retirándose de la escena para siempre.

Huenchuleo, que jineteen los carabineros

En 1929, el bizarro carabinero Jerónimo Huenchuleo Montanoff se encontraba trabajando en la Octava Comisaría de Santiago y ejercía el cargo de Caballerizo y Domador del Departamento de Remonta, cuando preguntaron por él en la puerta y tuvo que ir a presentarse. Fue la primera vez que vio a Marchant, a la sazón recién asumido Intendente del Territorio de Aysén.

Esos primeros barcos de los años 30

Resulta impresionante constatar la importancia que cobra la palabra vapor en las postrimerías de la década de los años 30 en Puerto Aysén, una vez que aquella comunidad tan progresista hubo echado a andar por el ancho camino del porvenir. El año 1938 llegó el director general del Servicio Marítimo don José Moreno Johnstone, ex agrimensor de la Oficina de Tierras y que ahora regresaba con la misión de implementar el servicio marítimo en el puerto. Un día 22 de Noviembre de 1938 hacía su entrada a la rada de Puerto Aysén el vapor Colo Colo, con el importante contingente de funcionarios. 

El antiguo primer retén de los carabineros de la Estancia

El sábado recién pasado llegué recorriendo hasta los parajes de la Escuela Agrícola, pero no repetí el mismo trayecto de siempre, entrar y quedarme bajo las grandes sombras de los álamos que sembró a fines del siglo XIX don Arismendi, trayendo los cogollos desde Río Mayo. Pasé de largo y quise quedarme con las imágenes de los Bórquez, vecinos de la casa antigua de los Novoa, desde cuyos árboles repletos de cerezas yo escuchaba cuando niño las intensas actividades de las enfardadas y las carretas repletas de leña recogida.

Carlos Quintana Elorriaga, gaucho chileno de Cochrane

               Conocimos a don Carlos dentro de uno de los bares de esquina más concurridos de Cochrane, ahí donde lograban reunirse en forma periódica los peones de los alrededores. Aquella cita, que emulaba las de gauchos de Río Mayo o Gobernador Costa, o de las soledades del Senguer, no podía ser más importante. Incluso se dio cita aquella mañana un campero de Mañihuales que contó una mentira muy sabrosa sobre un pez que se tragó el reloj de un pescador.

Los patagoneros de Las Carachas

En la Estancia de Coyhaique, llamaba la atención el famoso logotipo característico de la A encerrada en un círculo. Los marcarruedas en los lances deportivos competitivos fueron manejados por Enrique Puppo Landusch, un polaco que traía la imagen desde su pueblo natal Ostróda, al norte de Varsovia y que se incorporó a la estancia siendo un capacitado entrenador. La señal adoptada por los ingleses administrativos era una A encerrada en un círculo, que determinaba la señalización para Aysén, símbolo que Landusch utilizó para las camisetas de su equipo de fútbol. 

Los gauchos chilenos

LOS LLAMADOS GAUCHOS CHILENOS adquirieron las costumbres de otro país, actividad laboral, lenguaje, vestuario y actitud argentina, trayéndola hasta su nueva patria y esgrimiéndola como influencia social. (Foto archivo personal del autor

Las carretas de la Compañía

En 1920, las carretas de la Compañía, cargaban bolsones de lana y los llevaban hasta los muelles en Puerto Aysén. La foto marca el encuentro de las carretas regresando del puerto, luego de sortear el último escollo, la Cuesta Caracoles y los altos del 56.

El carro palanca

En la ciudad de Puerto Aysén, se realiza la despedida de la Bomba Palanca la que es transferida a la Segunda compañía de Coyhaique. La foto muestra el paso de los voluntarios a través de la calle Chile-Argentina, al frente del Hotel Plaza.

Primeras vivencias desde el grupo escolar de la calle Prat

La escuela tenía catorce salitas con sillas de colores impregnadas de un aroma frutal de cera líquida y esencias de profesoras. Me divisé a mí mismo integrado a la ronda con las mujeres en el patio trasero, observando quedamente esos enjambres de cabellos y labios dulces, quedándome en ese patio prohibido y disfrutando ya a mis cinco años. Pensaba que ahí se estaba bien, poco amenazado por el martirio de los ruidos, absolutamente protegido en el regazo colectivo de las chicas que me miraban con ojos inofensivos. 

Los Penecas del correo de la calle Condell

Más de una vez he comentado con ustedes los placeres de las primeras lecturas en medio de una ciudad silenciosa y tediosa, donde la soledad tenía marcas registradas y para poder acceder a una revista o libro debíamos esperar que llegaran los barcos a Puerto Aisén. La blanca sala de recepción de las encomi endas nos esperaba en la casita de cemento de la calle Condell, donde más tarde se instalaría Radio Patagonia. En ese lugar llenos e esperanzas y emociones, Licán Venegas, joven funcionario de correos, nos miraba sonriente alargándonos nuestro impreso recién llegado, que llevábamos volando en bicicleta y lo desarmábamos con vertiginosa rapidez.

Baquedano, el hotel, el matadero y el Centenario

Temprano se abrieron las tranqueras el domingo para que no se demoraran los primeros volteos del matadero de la calle Baquedano, impasible y sola, sin casas ni manzanas ni barrios. Su única casa de cemento estaba en la esquina frente al regimiento y creo que aún no se va esa imagen casi mítica, se mantiene incólume incluso desde el nacimiento de Baquedano, al instaurarse este tremendo funcionarismo a mediados de los 40. Ahí vivía el suboficial Melo, fue el primero y yo jugaba con sus hijos camino a la escuela Superior de calle Prat porque eran mis amigos. Más allá todavía, había otra casa de otro oficial, no me equivoco si digo que la del propio comandante, su sitio original antes que se pensara en la de frente a la plaza. Era el comandante Gonzalez, padre de Lincoyán González, una casa de madera puesta justo en la confluencia donde se tocaban ambos ríos, más allá de la casa bruja de los Caro. Si estoy bien, síganme los lectores. Al frente del regimiento, en medio de un sitio vacío, ha...

Sobre José Silva y el sueño de Balmaceda

Tal vez es necesario poner en el cedazo de mi creación y opinión “autorizada” el magnífico trabajo que acaece después de las acuciosas investigaciones de la Sociedad de Historia y Geografía de Aysén referente a la vida y obra de José Silva y su esperanzadora incursión en el invento del poblado de Balmaceda. La verdad es que he hecho notar tanto a través de estas columnas como en mis revistas de los Memoriales, así como también en algunos encuentros radiales esporádicos, algunas disquisiciones favorables y desfavorables a este dinámico líder de Aysén, al que en los tiempos que vivimos de redireccionamiento de la nueva provincia, tanto necesitamos.

Caminos recién entregados entre Aysén y el Km. 28 en 1906.

Es extraordinariamente familiar para un recopilador encontrarse con datos tan antiguos sobre los primeros tiempos del camino Aysén-Coyhaique, pero que jamás nadie los ha promocionado con altura de miras, escapando al menos del planteamiento estadístico oficialista, tan típico de los atributos mnemotécnicos de los últimos Estados desde principios del siglo XX a la fecha, menos aún en los años tan especiales que siguen a la comentada y tan popular publicación del libro Aysén   del profesor Antonio Mansilla, obra tan escasa en atributos expresivos y llena de errores de apreciación, aunque su existencia pulule   en casi todos los antiguos hogares ayseninos, encontrándome con una decena de ellos en mis indagaciones.

Una mujer canosa y de gafas negras en medio de la Pampa

Si doña Rosa Cuevas hubiera estado viva hoy, relataría con lágrimas en los ojos y tristeza en el corazón las primeras peripecias que tuvo que afrontar para armarse de una casa, salir adelante con su familia y permanecer por el tiempo que vivió en Coyhaique, la ciudad que la cobijaría para toda la vida. Eran las primeras familias las que se atrevieron a seguir adelante, a pesar de las cunetas de agua que bordeaban los barriales, a pesar de los calafatales del monte en la misma plaza actual, de los inviernos más crudos, sin luz y sin   agua, sin caminos y sin mundos de contactos.

Augusto Grosse, el silencio de los tesoros

Aniceto Laibe , primer transportista de Aysén

  Cuando Aniceto Laibe Karam llegó a Balmaceda, lo hizo por el lado argentino. Venía del Líbano, junto a su madre y un hermano (Ramón), que también se instaló en Balmaceda. Su esposa, la chilena Carmela Villarroel, falleció por parto difícil, al nacer su hijo Yuseff. Por lo tanto, éste nunca conoció a su madre, tocándole una madre de crianza, la recientemente fallecida Julia Mansilla. Don Aniceto había desembarcado, después de un largo viaje del oriente, en las radas de Buenos Aires acompañado por su madre y su hermano Ramón. Tiempo más tarde se internarían en dirección a la Patagonia, radicándose en el sector del antiguo Lago Buenos Aires, Las Heras, Puerto Deseado, Perito Moreno, puntos determinantes para los trabajos que les tocaría afrontar. 

Abraham Bórquez y Víctor Rodríguez construyeron el Puente Balseo

En 1920 la Compañía Ganadera del Aysén contrató los servicios profesionales del Maestro Mayor de Obras Abraham Bórquez Patiño porque la situación de los balseros y el traslado de una orilla a otra del Mañihuales llegaba a una situación insostenible. Diez días después don Abraham con su mujer Manuela Hernández desembarcan en el molo viejo del primer puerto.

El güeñe Gilberto Oria

En torno a la fogata llena de rojos vivos e intensos, alguien se me acercó la última noche de las esquilas y mirándome a los ojos me dijo que se habían empezado a terminar los vicios. Al día siguiente tuve que ir a la Elida a formalizar un trueque por cien caponcitos, y fui vandeando cauces, saltando bardas, avanzando penosamente hasta que al pasar por el rancho de Oria, sentí el silbido. Era raro, pero me vieron pasando y quisieron que fuera adentro. Mateamos una hora, chanceamos, reímos, inquirimos datos del mundo de la Trapananda. Oria no estaba bien cuando me despedí, pero formalicé con él un encuentro diciéndole que le enviaría con un mensajero un papel garabateado con la hora y el lugar en que nos localizaríamos. Sólo muchas semanas más tarde regresaría el mensajero con la respuesta. En otro papel manchado de grasa y con trazos de pluma R, con esa letra de los antiguos tan perfectamente característica, me decía que el encuentro sería a las 4 de la tarde en su casa del Galera y...

La Estancia en tiempos de jolgorios a través de un suelto

Distintas eran las otras fiestas, las la estancia allá arriba en la Agrícola, 25 años antes, asombrosas e inolvidables fiestas celebradas en plena estancia de Coyhaique Bajo, allá arriba, camino a Coyhaique Alto. Corría el año 1929 y recién los aires del primer Baquedano salían al encuentro de la historia. Resulta imposible evaluar la cantidad exacta de entusiasmo y asunción por parte de aquellos primeros vecinos, pletóricos de amistad y camaradería. Quién iba a pensar que esa amistad y camaradería, ejemplo y símbolo de la unidad de un poblado, se iría diluyendo con el tiempo en vez de sostenerse y acrecentarse.

Alfonso Almonacid y la primera Caja de Ahorros

Alfonso Almonacid era un viejo de los buenos. Tranquilo, reposado y cauteloso. Sabía establecer las medidas de su comunicación, y entendía profundamente la vida de esta tierra de hace cincuenta y tantos años. Por eso, lo que nos contó se tradujo en magia y en sorpresa, un puñado de palabras apersogadas al encanto del tiempo que comenzaba a regresar.

Vaga una cárcel de palabras acalladas

Vaga una cárcel de palabras acalladas, vientos breves por los que se filtra la vida misma. Me encuentro en un año 56 transido por el invierno vehemente y los obreros municipales tratando inútilmente de volver a parar postes de alumbrado caídos por las últimas nevazones. Bajo dos metros de nieve blanda yacen enterrados seis postes en Ignacio Serrano esquina Bilbao. La gente que transita por ahí lo hace con mucha precaución, en silencio, transidos de presagios. Algunos pasan fumando, se levanta el vaho de la boca por el aire frío.

Las tierras de más adentro

Me llamo Balsindo Osses. Nací una noche de hielo y viento en lo más profundo de la selva de Río Los Palos. El único chonchón que quedaba, se había consumido en la tarde. Por eso, el parto ocurrió en la más completa oscuridad. Al otro día los camperos del lugar llegaron a compartir la buena nueva, entre asados de vaquillona joven y música de rancheras de los hermanos Raín, que se ganaban la vida cantando.